Un 29 de junio de la década de los sesenta, en la festividad
de San Pedro, un matrimonio observaba desde la línea en la esquina de Cochrane
y Maipú, la procesión del santo patrono de los pescadores artesanales en botes
engalanados con guirnaldas, ramas y banderas. Estas personas eran de don Alfredo Pacheco
Barrera y su esposa Paulina Gallardo, quienes regresaban en su auto a
Concepción luego de una visita a Tomé. Al ver tanto movimiento en la playa don
Alfredo detuvo su Ford 49 y bajó para averiguar. Ya instalado en la parte alta de la línea miraba sonriente
y sorprendido la gran cantidad de botes que acompañaban a la imagen del santo en su
navegación paralela a la playa y a pocos metros mar adentro. Ella, muerta de frío, se acurrucaba al
pecho de su marido.
Con otros niños y en ese mismo punto yo también observaba la
procesión y escuchaba lo que hablaba el matrimonio. Él, embelesado, daba la
impresión que no poder creer tanto despliegue y tanta alegría de los pescadores
de Penco, Lirquén y Cerro Verde a pesar del frío que calaba hasta el tuétano
esa tarde soleada de fines de junio. Creí haberle oído lo que le dijo a su mujer, que esperaba tener
unas buenas fotos captadas por sus fotógrafos a su regreso al diario (El Sur)
para escribir sobre este acontecimiento religioso y publicar al día
siguiente.
En aquel momento yo no sabía quién era Pacheco Barrera. Sin
embargo, años más tarde supe que era un premio nacional de periodismo, de los
pocos que tiene la zona. Y me encontré de frente con él cuando ingresé a la
Escuela de Periodismo de la Universidad de Concepción, de la que él era su
director. Pacheco Barrera escribía y escribía. Su hijo Camilo me informó que su
padre había escrito más de tres mil artículos y seguramente otros tantos
guiones radiales. Inolvidables fueron sus intervenciones en radio en su espacio
La Columna del Aire de Quintín Quintas.
El profesor Pacheco Barrera (foto tomada del libro VEINTIDÓS CARACTERES de Jacqueline Hott y Consuelo Larraín). |
En el día de San Pedro de ese año que no recuerdo y sin
proponérmelo, estuve cerca de ese periodista, con quien compartiría años más
tarde en el trabajo. Y a partir de esa actitud que comprobé en él –no era una
persona joven entonces--, lleno de
entusiasmo, como iluminado frente a esa actividad religiosa
escenificada por los pescadores de nuestra comuna, comprendí que para ejercer
el periodismo siempre hay que tener una cuota de alegría, porque la alegría es
una emoción que contagia y es buena.
Nota de la editorial: Las fotografías publicadas en este post referidas a la procesión de San Pedro 2015 en Penco fueron captadas por Jaime Robles, presidente de la Sociedad de Historia de Penco y cedidas gentilmente a este medio.
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