domingo, marzo 06, 2016

LOS LÍMITES DE LOS VINOS «BAUTIZADOS»


La bucólica soledad de Aguas Sonadoras, a 26 km de Penco. 

         El bautismo es un sacramento, cuya práctica incluye derramar agua sobre la cabeza del bautizado, según la tradición cristiana. Por extensión pero muy lejos del concepto sagrado, en Penco se usaba el verbo bautizar que quería decir agregarle agua al vino, para multiplicar su cantidad, acción ilegítima, por lo demás. El límite de agua añadida lo ponía el consumidor quien descubría la trampa por la falta de sabor, consistencia, densidad, concentración, etc.: vino bautizado. Quien incurría en esta falta a la ética sabía que no podía alcanzar ese umbral. No traspasar la delgada línea que separa a lo original de lo adulterado era el desafío de los que se atrevían. La acción de bautizar servía también para el vinagre, la chicha, la pitarrilla y hasta la leche.

El estero de Aguas Sonadoras es cristalino y rápido.
            Pues bien, en esos años no muchos, sino algunos pequeños productores de vinos provenientes del sector de Florida bajaban desde los cerros conduciendo carretas con pipas de vino y tiestos para vender a granel en Penco a clientes preestablecidos. Estaba prohibido venderlo directamente en la calle a consumidores espontáneos. Es posible –esto es una hipótesis (no tengo ninguna prueba)– que esas personas sintieran una fuerte tentación por hacer rendir su producto. Y en el largo trayecto, según he observado,  había tres puntos para caer en esa malsana idea: el estero Lajuelas, a tres kilómetros de Florida; el estero Aguas Sonadoras, a 25 kilómetros de Penco; y Primer Agua, a diez kilómetros. Desventajas del primer sitio: la existencia de un puente de madera que hace difícil vadear el cauce y hay demasiado tránsito (muchos testigos) por la cercanía del pueblo; desventaja de Primer Agua: el riachuelo es un poco turbio porque cruza un humedal, también está expuesto a los curiosos de las casas vecinas. Sólo el tercer sitio nombrado reúne todas las condiciones para este «pecado»: el estero de Agua Sonadoras. Está inmerso en la soledad de un bosque a tres kilómetros de la casa más próxima; dispone de un desvío para abrevar animales y eventualmente vadear el lecho. Su agua es cristalina la que baja de una quebrada muy protegida de cualquiera contaminación. El curso desciende entre pinos directo al río Andalién unos 8 kilómetros hacia el sur. Sólo allí se podía bautizar el vino, sin testigos. Pero, eso era una posibilidad. Las personas son inocentes hasta que no se pruebe lo contrario. Y poder probar eso hoy día, ya no. Menos aún de hechos hipotéticos del pasado. (Mis disculpas).

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