Una viña en el mes de abril cerca de Portezuelo. |
Había oficios básicos que resultaban encantadores para los
niños que miraban el futuro y se sentían en la libertad de escoger. ¿Cuál de esos trabajos sería el que podría brindar más satisfacción? Nótese, la pregunta no se
refería al que generaba más dinero. Nos era difícil elegir el más entretenido. Para nosotros, las personas que se desempeñaban en esos trabajos eran felices y, por tanto, queríamos ser como ellos para alcanzar la felicidad también.
Muchos de tales oficios ya no se practican por el avance de
la modernidad y la aplicación de tecnologías. Los invito a que me acompañen a
dar un vistazo retrospectivo.
❶ Los viñateros: Recibían ese nombre quienes cuidaban los
planteles, no sus propietarios. En un remoto verano conocí a uno de ellos y fue
emocionante. Recuerdo que se llamaba Jaro. Pues bien, mi amigo Jaro era
viñatero cerca del cerro Cayumanque, entre Florida y Quillón. Al lugar llegamos en compañía de un
familiar quien se dedicó a escuchar mi animado diálogo con el viñatero. Aquel
me explicó su trabajo, su misión consistía en cuidar la viña a pocas semanas de
la vendimia. Para cumplir esa labor él se había construido una choza de paja en
una esquina del plantel. Muy generoso era Jaro con las personas que lo
visitaban, como era el caso nuestro. No habíamos iniciado la conversación
cuando el viñatero sacó su cortaplumas y escogió unos enormes racimos que cortó
y nos pasó a modo de atención, así que todo el rato fue comer uva dulce y jugosa y conversar.
Desde mi perspectiva Jaro era un tipo admirable: vivía en una choza hecha por él
mismo, tenía una honda para cazar pájaros y el resto de la jornada consistía en
vigilar el plantel. Podía comer toda la uva que quisiera.
❷Los lustrabotas: No era yo el único que quería ser
lustrabotas en mi entorno de amigos. Lo veíamos como un trabajo dedicado,
entretenido y que se realizaba al aire libre. No recuerdo que hubiera lustrabotas
en Penco, pero sí los había en Concepción. Era curioso ver toda la gama de
escobillas, trapos y pequeñas botellas con anilinas que guardaban en sus lustrines
y que ellos sacaban con destreza y prolijidad para cumplir su tarea. Además
dejaban los zapatos como nuevos, recibían el pago ahí mismo y los clientes se
alejaban mirando de cuando en vez el lustre de su calzado, orgullosos. Ser
lustrabotas era bacán…
❸Maquinista de locomotora ferroviaria: Ya hemos hablado de
este oficio en otro post. Ningún trabajo estaba más cargado de aventuras que el
de un maquinista. Conducir un tren de día o de noche, guiar la máquina por los
puentes de fierros, encender la luz cada vez que se entraba en un túnel, hacer
sonar el silbato en cada cruce. Era soñado, por ejemplo, tomar desayuno en
Concepción, almorzar en Chillán, cenar de vuelta en la ciudad penquista para
retomar el recorrido al día siguiente. Ser maquinista era un trabajo de excepción.
El labor de ❹los temporeros de esos años tenía una
situación que atraía a los niños, era su libertad para pasar la noche, lejos de
un dormitorio formal. Ellos dormían en la troj desplegada en un rincón de los
galpones, cerca del establo. Mirábamos eso como participar en un pijama party. Los
trabajadores pasaban la noche arrebozados en la paja de trigo, casi a cielo
descubierto, se levantaban al alba y después de trabajar toda la jornada
volvían a su pijama party. Nada de eso era común en la rutina de la ciudad. ¿Qué mejor?
Foto tomada de Internet. |
❺El vendedor de helados, un comercio callejero que atraía a los niños por el producto. Era considerado un juego esa forma de
hacer sonar el cuerno que el heladero usaba como una bocina para llamar la atención. Sin embargo, lo poco glamoroso era ir empujando una carreta de mano. Pero, lo que agradaba era la
oferta… El marido de Hilda, una simpática vecina, vendía helados. Era cosa de suerte hallarse con él en la calle porque casi siempre me convidaba una paleta. Para la idea infantil, el heladero podía consumir la cantidad de helados que le viniera en
ganas. Y eso, era un privilegio de dioses.
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