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Dos momentos de Playa Negra. Arriba, el bosque de pinos en el horizonte recreado con Photoshop sólo para comprender mejor este texto. Abajo, la foto actual de ese sector de Penco. |
En Playa Negra más allá de las últimas casas, estaba la propiedad de la empresa Cosaf. El predio industrial limitaba hacia el sureste en una alta muralla de ladrillos con alambradas. Fuera del límite, entre esa línea de concreto y el recodo del río Andalién había un hermoso bosque de pinos desplegado en unas cinco o seis hectáreas. Los árboles habían transformado el suelo arenoso en una suave duna que se levantaba apenas sobre la playa del río, el ángulo de la desembocadura y la playa del mar. Entre ésta y el bosque había una franja de arbustos chochos que contenía el avance de la arena y le ponía freno al Andalién en su tendencia natural por salir al mar más hacia el norte. Este manejo del cauce tenía un complemento artificial: 200 metros aguas arriba de la desembocadura, una empalizada obligaba al río a permanecer en su curso sin salirse de madre. Densos juncales poblaban ambas orillas. Chochos, bosque y empalizada conformaban un entorno bucólico de gran valor turístico. Veraneantes de Concepción venían allí a pasar un día de sol y playa, con la opción de bañarse en el mar o en el río. Usaban el tren que tenía un paradero informal de temporada frente al bosque. Por eso, a veces el espacio de los pinos estaba completamente ocupado por familias compartiendo picnics y jóvenes jugando al fútbol en una cancha en un claro de los pinos. Esta descripción corresponde a los años cincuenta (década de 1950) y antes.
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Foto testimonial del bosque de Playa Negra como un agradable lugar para ir de picnic a finales de los años cincuenta (década de 1950). En la imagen un grupo de profesores de Penco disfrutando allí de una tarde campestre. (Foto facilitada por don Rosauro Montero). |
Hasta que el crecimiento de la empresa indicada ocupó una parte del sector de los pinos, los cortó y lo transformó en un espacio industrial. Con este texto hemos querido recordar aquel entorno pleno de un aroma de campo, donde se oía el interminable coro de ranas y donde las aves silvestres en gran número complementaban el paisaje. La modernidad pasó por encima de esa delicada zona ecológica aquí descrita. Imagino que hoy muy pocos pencones tendrán ese bosque en sus recuerdos.
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