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El tren de aterrizaje, donde se esconden los polizones aéreos. |
Saber que alguien se metía en el tren de
aterrizaje de un avión para un viaje gratis era algo frecuente a mediados del siglo XX. Aunque otras tantas, ir allí era una acción desesperada para huir de un país bajo régimen dictatorial. Entre 1940 y hoy en día, son 74 los casos registrados. De ellos sólo el 19 por ciento logró el objetivo, esto es salir vivo de tal experiencia. El resto de los polizones aéreos moría
congelado por el frío de las alturas. El
presente relato, sin embargo, se refiere a un equivalente pálidamente parecido
y que se observó muchas veces en Penco.
A diferencia de los evasores actuales de pasajes en el
Transantiago, quienes sin inmutarse no pagan para ser transportados a sus
destinos, esto es viajan gratis; en los tiempos de la Empresa de Transportes
Colectivos del Estado, ETC del E, los polizones viajaban fuera de la cabina del
bus y ésa era una diferencia clave con los que evaden ahora. ¿Cómo así? El método
era simple, pero peligroso. Muchachos, faltos de educación casera, muchas
veces, iban y venían de Penco a Concepción y vice-versa usando esta modalidad de no pagar el pasaje.
Sin duda, que esos viajes no tenían otro motivo que demostrarse ellos mismos
de ser tipos osados, intrépidos.
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Foto tomada de internet, Santiago 1970. |
Ocurría que los buses italianos de marca Fiat y los
españoles Barreiros y Pegaso, de la flota de la empresa estatal tenían sus motores
atrás, lo mismo que los japoneses Mitsubishi. Por tanto, los radiadores estaban expuestos casi al alcance de la mano, disponían apenas de una
rejilla. Y abajo estaba la saliente del
parachoques trasero. Pues bien, los polizones usaban este último como pisadera y
se agarraban de la rejilla. Si se aferraban bien con sus manos podían viajar pisando el parachoques, sin que el conductor del bus pudiera advertirlo porque quedaban fuera
del ángulo de visión de los espejos. Los ocupantes de los vehículos que circulaban detrás
del Pegaso veían el espectáculo de un muchacho agazapado y aferrándose a la
rejilla del radiador. El riesgo del polizón era caerse al pavimento en plena
marcha y el temor de los conductores que venían a la zaga era evitar
atropellarlo. O sea, una preocupación.
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El clásico bus Fiat de la flota de la ETC del E. (Foto obtenida de Internet). |
Bueno, esto de viajar afuera del bus ocurrió muchas veces
hasta que los polizones se dieron cuenta que era mejor pagar el valor del
pasaje o porque a los buses les retiraron la rejilla de donde asirse o, porque
en condiciones de mal tiempo, un viaje allí significaba terminar mojado y
embarrado. En todo caso esos viajeros de pavo estaban dispuestos correr un
riesgo personal. Ellos no ingresaban cara dura por cualquier puerta al bus para
viajar gratis. No, se la jugaban y creo que a lo mejor yendo ahí se divertían y
afianzaban su autoestima. Viajar así, arriesgando la vida no lo hacía cualquiera.
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