El paisaje de PASO HONDO, situado a unos 58 kilómetros al oriente de Penco, siguiendo el camino de Villarrica. |
Texto y fotografías: Nelson Palma
Producción : Manuel Suárez
Hubo muchas personas de Penco que
hablaban en esos años de un lugar llamado Paso Hondo, situado en los campos hacia
el oriente muy lejos del pueblo. Decían que en carreta de bueyes llegar allí
tomaba casi dos días. El lugar, comentaban, era un sitio de tránsito para
aquellos pencones que iban a Yumbel, por las festividades de San
Sebastián o para asuntos particulares, o a Cabrero con el fin de abordar algún
transporte a pueblos aún más alejados hacia la cordillera, como por ejemplo
Cholguán, Yungay y otros. De eso se hablaba. Eran narraciones de aquellos viajes épicos, tortuosos que al oírlos abrían la imaginación.
Si usted trata hoy en día de
ubicar Paso Hondo en el mapa de Google Earth verá una zona, no un punto
específico, donde hay unas dos o tres casas dispersas entre lomas. El lugar al
que se llega desde Florida por un camino de tierra (bajo la denominación de
0-520) parece un sitio estratégico porque desde ahí los caminos se reparten: uno
puede ir a Cabrero, Yumbel, Quillón, Florida y Penco. Hay que llegar a Paso
Hondo para comprender algo de lo que comentaban los pencones de entonces. No hace mucho, le hablé a mi amigo Manuel Suárez sobre este asunto y él,
entusiasta, me contestó: ¡vamos! Y llegó el día de este verano en que pudimos
coordinar el viaje por los caminos interiores o secundarios que frecuentaba la
gente en el siglo pasado. Queríamos reconstruir aquellas experiencias narradas
aunque no arriba de una tosca carreta de bueyes remolones, sino en un moderno
vehículo 4x4 aunque por las mismas sendas.
CAMINO DE VILLARRICA ASFALTADO
El camino Penco - Los Barones está asfaltado, como nuevo y, por sobre todo, limpio. |
El punto de partida en nuestro
tour Penco-Paso Hondo se inició en el sitio que lo hicieran los carreteros, en la esquina de Cruz con El Roble. Para mi sorpresa, el camino de
Villarrica a Los Barones está preciosamente asfaltado. Falta por pavimentar
unos 200 metros en el área de Lo Marjú, lo demás, impecable. El alcalde de Penco Víctor Hugo Figueroa
me informó que muy pronto la capa de asfalto se extenderá a Primer Agua Abajo,
un sueño de años que se convertirá en una práctica realidad.
Desvío en Los Barones para seguir
a Roa cruzando la ruta del Itata por un paso sobre nivel. A 18 kilómetros de
Penco, en el sector del estero conocido como «Aguas Sonadoras», las forestales
están en plena cosecha de pinos. El puente del mencionado cauce está semi
despejado por la tala de árboles. Una breve detención ahí permite oír el canto
del agua en la quietud del campo que comunica una sensación evocadora, un
sentimiento de paz. La señalética caminera que informaba «Aguas Sonadoras» fue
retirada sin que nos expliquemos por qué.
Manuel Suárez da un vistazo en «Aguas Sonadoras», camino a Paso Hondo. |
Un aspecto de la explotación maderera cerca de Roa, en el camino Penco-Florida. |
Avanzando más por esa ruta sin
pavimento, pero bien mantenida por la empresa «Bosques Arauco» para facilitar la
explotación maderera, aparece Roa, como detenida en el tiempo, con un par de
añosas casas, jardines y huertas a la orilla del camino. Hay una posta,
aparentemente bien equipada, un almacén de abarrotes al otro lado de la calle.
Desde ahí nacen rutas que divergen hacia Puente 7, Rafael y otros puntos. Merece el esfuerzo conocer Roa, donde hay además un puente de madera color
rojo y frondosos árboles: un sitio magnífico para fotos y selfies. Unos metros
más allá de Roa se inicia una carretera en construcción que unirá a Florida con
la autopista del Itata, por tanto el camino real de Villarrica termina o
definitivamente se transforma. Seguimos viaje.
CONDUCIENDO A LA AVENTURA
SIN GPS NI CELULAR
La ruta en
construcción, que está avanzada, y por la que continuamos la marcha, nos deja
en un ángulo de 90 grados sobre la ruta pavimentada Concepción-Bulnes a unos 300
metros de la antigua salida frente a un vistoso estadio de fútbol. Florida parece una «gran urbe» inserta
en la nada, con sus calles desplegadas en la falda de un empinado cerro. Mucha
gente camina por sus veredas y calzadas en todas direcciones, niños juegan por
ahí y trabajadores con sus cascos de colores buscan algún sitio para almorzar.
Hay harta vida en Florida durante el verano.
A la salida de esa localidad al
norte, donde se inicia la llamada «curva del ingeniero», está el acceso de un
camino de tierra por el lado derecho y que pasa frente al moderno hospital floridano.
Baja la pendiente en diagonal y se encuentra 2 kilómetros más adelante con la
ruta 0-520, ésa que figura en el mapa. Nuestra meta Paso Hondo, se ubica unos
20 kilómetros de distancia, al otro lado de los cerros que rodean Florida, por
el oriente.
Aquí comienza, una aventura,
porque sin servicio de celular, ni mapa, nos guiamos por el recuerdo del plano
satelital de Google Earth que habíamos estudiado en detalle. Nuestro vehículo
avanza, al comienzo, por una carpeta de maicillo la que muy pronto se acaba. Tierra
roja polvorienta queda desnuda y la trocha se enangosta (¡quién nos mandó a
meternos por aquí, si ni siquiera el auto podría girar en 180 grados para
regresar!). Los incendios forestales dejaron su impronta: troncos de árboles
nativos carbonizados y retorcidos nos van rodeando y sorprendiendo a medida que
avanzamos. Subidas suaves, bajadas, hondonadas, más bosques verdes, ninguna casa,
ni un alma a quien saludar,
preguntar o entablar una conversación. Es poco antes del mediodía y el sol
cenital de enero golpea con su poderosa luz por todas partes, acentuando
sombras, reflejándose en los matices de la tierra amarilla y marrón de la
estrecha senda. Recordamos que por aquí mismo transitó toda esa gente del
pasado para cumplir sus mandas con el santo, para hacer sus trámites en otros
lugares, para visitar amigos, para vender productos…
Una sola trocha tiene el camino Florida-Paso Hondo, o ruta 0-520. |
La senda presenta largos tramos de tierra desnuda sin capas de estabilizado. Pero, es perfectamente transitable. |
LOS MÍTICOS ENCUENTROS CON PUMAS
Decíamos que el relato oral de
los antiguos en Penco sobre estos viajes despertaba la imaginación. «Se
formaban hileras de carretas en la marcha, como tren, hecho que servía para
conocerse, conversar, porque al fin y al cabo todos íbamos para Paso Hondo
aunque no viniéramos de los mismos lugares», decían. Los míticos cuentos
incluían encuentros con pumas y otros animales del bosque. De esas narraciones,
el autor de esta crónica alcanzó a oír que los viajeros veían constantemente
enormes pisadas en el polvo, huellas de leones de montaña que cruzaron el
camino, quizás la noche anterior. Por eso era mucho mejor concertarse para ir en caravana, según ellos contaban. Y, debió
ser así. En esos años hubo pumas en esos cerros.
Por delante de nuestro auto, en
marcha lenta, un conejo orondo –en esas
soledades– atraviesa la senda sin hacer
caso de la proximidad del vehículo. Y se hizo humo cuando alcanzó la espesura. A
esas alturas del viaje soy capaz de adivinar el pensamiento de mi amigo Manuel
Suárez ¿faltará poco? Nos detenemos en una despejada explanada en lo alto del
cerro. Desde allí se ve el valle central y Sierra Velluda, al fondo en el
complejo montañoso del volcán Antuco… Allá abajo sobre una loma un trabajador
solitario aventa trigo en una era. Es el primer ser humano visible en
kilómetros. Retomamos la marcha a nuestro destino.
UN HOMBRE NOS INFORMA:
«ESTO ES PASO HONDO»
De lo alto del cerro que hemos
descrito, comenzamos a bajar hasta llegar finalmente a un plan con animales de
pastoreo en potreros. Numerosos álamos y enormes sauces modifican el paisaje
cerruco que acabamos de atravesar. Un hombre mayor con un bastón ortopédico
viene por el camino. Detenemos el auto. El hombre se detiene también junto a mi
ventanilla y nos mira con cara de pregunta. Nos saludamos.
¿Dónde queda Paso Hondo, amigo? El hombre frunce el ceño con aspecto de
incrédulo. Sin decir palabra, levanta la mirada por encima del techo del
auto, gesticula lentamente con su mano derecha alzada y dibuja un gran círculo imaginario en el
aire… Guarda silencio unos segundos, como si su gesto hubiera sido una
respuesta suficiente. Como se percata que no entendemos el lenguaje, nos mira de nuevo y dice: «Todo esto aquí es Paso Hondo,
poh».
Don Miguel Zapata nos informó que no siguiéramos buscando, que ya habíamos llegado a Paso Hondo. |
Nos bajamos del vehículo y le seguimos preguntando a don Miguel Zapata
(75), que así se llama nuestro interlocutor, parte de la historia del lugar,
relacionada con la pasada de gente de Florida y de Penco por ahí en tiempos
pretéritos: «No sólo antes, todavía hay gente que cruza por acá que viene de
esos lados. Claro que antes eran muchas más, personas en carreta y a caballo.
Por estas fechas (el 20 de enero) iba muchísima gente a Yumbel y que pasaba por
aquí». Y don Miguel, que nació y se creció en Paso Hondo, según nos
dijo, sabe de esas cosas. Pero, ya estábamos satisfechos con sus respuestas,
así que el hombre se despidió, retomó su camino rengueando apoyado en su bastón. No
tuve que usar ningún silogismo para concluir que con esa información se terminaba el viaje.
Una selfie del autor de este texto en Paso Hondo. |
Con Manuel Suárez nos quedamos
mirando los alrededores, una casa aquí, otra allá arriba y tal vez otra por ahí, nada más. Ni una
iglesia, ni un villorrio, sólo un lugar de campo con más nombre y renombre que
población, eso sí pleno de recuerdos, candorosas historias campesinas y mitos. De verdad, a Paso Hondo no le podemos pedir nada, no tenemos derecho. Desde donde estábamos admirando la naturaleza del lugar y su bucólica hermosura, al empalme con la moderna ruta que une a
Quillón con Cabrero y Yumbel había unos 400 metros.
Un pequeño bosque de frondosas
encinas nos dio la sombra
que necesitábamos para comernos unos ricos sándwiches traídos de la casa de
Manuel en Penco. Al poco rato, de vuelta a Florida por la misma senda. En menos
de 40 minutos estábamos sentados a la mesa en el ya conocido restaurant del
lugar «El Mono con Bigote» para un buen almuerzo y un primer balance de la aventura.
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