martes, enero 21, 2020

EL MENSAJE REVELADO DE UNA FOTO DE MI MADRE


             He mirado tantas veces esta foto del rostro amado de mi madre. Es una pose de estudio. Seguramente el fotógrafo le sugirió que no mirara directamente al objetivo de la cámara. Así, más relajada, ella miró hacia el muro. La luz de las lámparas se reflejó en sus facciones y al click del disparo esto que veo se grabó en la placa de compuesto de plata. De ahí al cuarto oscuro del laboratorio, después al papel y muchos años más tarde capturé la imagen con mi cámara digital. La foto me dice “ella ha sido” eso es cierto pero no me agrega nada más. Aunque concentre mi mirada con fuerza no logro averiguar otro indicio. ¿En qué pensaba, qué hora del día era, hacía frío, le hubiera gustado servirse un café? Ya no puedo saberlo, porque ella partió de este mundo hace un par de semanas y nunca se lo pregunté. La noche del día de su muerte salí al patio miré hacia arriba, la luna en creciente de fines de diciembre se había escondido temprano. Así la bóveda del cielo lucía orgullosa todas sus estrellas de primera magnitud. “Las 3 Marías” en el cinto de Orión brillaban sobre mi cabeza. Las identifiqué con tristeza pensando que esa luz celestial llegó tarde a despedirla, sin embargo, al mismo tiempo imaginaba que mientras los rayos estelares viajaban a través de los espacios infinitos hacia acá, ella, mi madre, aún estaba entre nosotros.
          Estudiosos de la fotografía dicen que una foto se ve mejor con los ojos cerrados. ¿Se descubren más cosas? Dicen también que una foto tiene algo de resurrección. Yo vuelvo a mirar detenidamente esta imagen inmóvil. Mi madre se ve hermosa, muy joven. Leo que la dulzura e inocencia de la niña que ella fue están presentes en su cara. En realidad ése es su aire, el halo de su alma que la acompañó desde que fue pequeñita hasta la hora de su muerte. En las lineas del rostro intuyo los rasgos de su ascendencia: de la abuela, la bisabuela, la tatarabuela como un espejo que me conduce hasta lo más profundo de los tiempos.
        Una foto como ésta sólo muestra la exterioridad de la persona que fue, no su intimidad, por eso no sabemos más de aquello que quiséramos conocer. ¿Por qué se hizo tomar esta foto? ¿Qué conversó con el fotógrafo del estudio? Quizá nunca pensó que la luz que ella reflejó y que se congeló en el tiempo permanecería hasta después de su partida. Así hoy decenas de años después, con mi mirada humedecida por la pena de la ausencia definitiva la contemplo, la contemplo, la contemplo.
        Una foto es para mirarla solo, sin compañía, porque es entonces cuando parece que uno oye la voz amada aunque sepamos que es la imaginación. Pero, vuelvo sobre esta foto en particular. Me detengo en sus ojos y digo qué bueno que no miró de frente, porque al no hacerlo ella dejó libre mis pensamientos y mis reflexiones. De lo contrario su mirada directa me habría confundido porque yo habría intentado horadar el fondo de esos ojos descuidando mi observación de lo demás. Ahí están sus ojos ligeramente mirando hacia su lado izquierdo. Y pienso, Dios, esos mismos ojos me miraron desde mi primer día así como también a mis hermanas con la ternura inagotable que hoy yo no puedo describir. Y fuimos los tres con mis hermanas quienes vimos apagarse esa luz que me evoca este retrato. Y la foto silenciosa, como para aventar mi melancolía, me dice no te apenes porque ella ha sido.

1 comentario:

Unknown dijo...

Nelson; Leí ésta última publicación, y mientras recorría las lineas del texto, iba sintiendo la tremenda admiración y amor incondicional del hijo que ve, con pesar y también con esperanza, la partida de su madre. Gracias por compartirnos ésta reflexión tan personal; pero que a la vez nos identifica plenamente, cuando en un horizonte incierto, enfrentaremos el mismo aciago y radical momento.
Un abrazo,
Jaime Robles Rivera
Presidente
Sociedad de Historia de Penco