lunes, febrero 03, 2020

VALORAR PENCO DESDE LA LITERATURA


Por Juan Espinoza Pereira, desde Copiapó

          Uno de los grandes problemas que enfrenta la educación a nivel mundial es cómo encantar a los educando para que adquieran aprendizajes con cierta profundidad acerca de su entorno más próximo (locus, cultura local) de tal modo que siente unas bases segura sobre su ser y de ese modo mirar hacia el horizonte (globalización). Tamaño problema cuando la educación se ha instrumentalizado con y para fines economicistas; escuelas, liceos y educación superior se han puesto a disposición del mercado para formar seres humanos gentiles a la economía, en buen romance: consumidores empedernidos, esto ha llegado a tal extremo que se ha naturalizado esta forma de hacer educación. Y claro, en una modernidad líquida (Bauman, Z.) que ha sido diseñada y desarrollada por los grandes consorcios (OCDE), han convencido a los sistemas educacionales que todo lo sólido se diluye en el aire (Marx, K.); nada es estable, nada permanece siendo el bien más preciado el tiempo para las compras, para el viaje a ninguna parte, para el zapping televisivo (incluso hay bancos que protegen nuestro tiempo y nos regalan para ocuparnos de lo más interesante). La educación, entonces, ha caído en un reduccionismo cuya meta principal es la enseñanza de competencias para responder formularios diversos (SIMCE, PSU, otros para el ingreso al trabajo) que nos permitan rendir ante ellos y sentirnos exitosos.
           Piedra en la piedra, el hombre, dónde estuvo? Aire en el aire, el hombre, dónde estuvo? (Neruda, P.), parafraseando esta expresión poética podríamos preguntarnos ¿ dónde está el ser humano en la educación actual? La respuesta es la que le debe el sistema educacional y los docentes a los niños, los jóvenes y a las familias en general; máxime cuando hay tanto lamento sobre el estallido social y el rol de los jóvenes, ¿qué reclaman los jóvenes al sistema educacional?
          La dicho propone plantear una forma de valorar el paisaje pencón, ciertos rincones por los cuales niños, jóvenes y adultos caminan y recorren a diario, pero que carecen de sustento histórico y para ello nada mejor que los adultos en familia hagan ciertas lecturas para luego contárselas a los niños y posteriormente visitar los mismos lugares pero con significado local; entonces, caminar ya no será lo mismo, sino que tendrá un plus, el niños comprenderá que está en el mismo lugar donde estuvo el hombre mapuche (Lautaro, Guacolda, Fresia, etc.) y luego los españoles (Valdivia, Inés de Suarez, por nombrar sólo algunos). Entonces, el estero de Penco dejará de ser canal con algas casi todo el año, el lugar de la ermita cobrará sentido, más aún si corre en subida hasta alcanzar la cima, en el cerro Landa se podrá sentir a Lautaro y el trote de su cabalgadura, los olores a vegetación autóctona, en la playa se podrá sentir las conversaciones de los lafkenches.
          Y ¿cómo se hace? Un breve ejemplo: El Mestizo Alejo(Silva, V.D.), las familias pueden leer algunas páginas (las primeras 20) y luego contárselas a los niños(as) para después salir a recorrer los lugares que ahí aparecen y empiezan a tener significado cada espacio recorrido. Es una forma de valorar el locus y que la ciudad en la cual se está inserto tenga sentido para cada niño o joven; de inmediato aparecerán una serie de interrogantes que las familias deberán trasladar a las escuelas y liceos para ser resueltas académicamente, pero lo importante es que se está valorando el entorno y al ser humano que habita ese entorno, venga -entonces- la globalización, pero con los pies bien puesto en la tierra y lo más importante, empoderado con el entorno propio. (*)

-----
(*) Estando en 6° Básico en la Escuela 90, la señorita Fresia Zambrano me hizo leer las 247 páginas del libro que ella me facilitó, que en su momento lo consideré un castigo, pero una vez terminada la lectura ella debió soportar todas las preguntas que le hice durante varios meses; al mismo tiempo me permitió significar mi entorno y que en la actualidad, a pesar de estar a cientos de kilómetros puedo caminar con la imaginación cada calle de Penco, puedo subir a cada cerro y mirar la bahía.
                                                                                                  Revisión de estilo: N.Palma.

No hay comentarios.: