TEODORO LEÓN GROSS, periodista español. |
La batalla es entre lo verosímil (aquello que es creíble porque presenta una apariencia de verdadero) y lo propiamente verdadero. Algo apenas verosímil, incluso menos, se convierte en verdad para quien rechace toda verdad auténtica. Las cosas son ciertas si confirman mis creencias, de lo contrario son mentiras. Si lo que me muestran es verdadero pero no calza con mi esquema habitual de pensamiento no lo acepto. Más aún, lo denuncio como una mentira flagrante, como una estafa al público, incluso lo denuncio de ser fake-news.
La irrupción de las redes sociales el 2006 aceleró este proceso. Porque sus algoritmos terminaron generando comunidades que son comunidades afines (las burbujas). De esa manera nacieron los sesgos de confirmación. Queremos oír, ver y leer aquello que confirma lo que pensamos. Hemos perdido la visión de totalidad. Sólo nos queda el relato de la burbuja a la que pertenecemos. Sólo hay burbujas contrapuestas. Hecho que produce el sesgo: nosotros tenemos la razón, ellos no.
Ha muerto una forma de entender a la prensa como pilar de la democracia. La ira y el miedo son los insumos de gestión de la política, son sus motores. Lo negativo exita muchísimo más. La política usa el odio para atraer más atención, hecho que ha conducido a lo que vemos, el peor momento para las democracias en el mundo.
Hemos perdido como sociedad el relato totalizador que nos entregaban los diarios de antes. Una política sin contrapoder degrada la democracia. Todos recordamos los 70, los 80, los 90 cuando las noticias eran las mismas para todos. Se podían leer distintos diarios, cada uno con su posición política, pero la agenda informativa era la misma.
El periodismo fracasa cuando le dice a la gente lo que tiene que pensar. En cambio tiene éxito cuando le dice a la gente sobre qué es recomendable pensar.
Entonces el periodismo era respetado por la genda y por su apego a la verdad. Sin embargo, con el triunfo de Trump el 2016 la política dejó de temer al periodismo. Le perdió el respeto. Una vez que eso ocurrió, la verdad ya no importó, daba lo mismo, en ese momento el periodismo dejó de tener peso que lo hacía respetable.
El periodismo entró en crisis ese año, junto con el modelo de negocios de diarios financiado por publicidad. Hasta entonce el sostén del periodismo era la verdad. Y hemos llegado a la post verdad que se mencionó por primera vez en 1992 y que tomó vuelo con Trump y la campaña británica por el Brexit. La post verdad es el desprecio por la verdad. No es un ataque a la verdad, sino que es un desdén. La verdad ya no tiene importancia. No quiere decir que la verdad se haya vuelto mentira. La fake-news es la mentira.
Los hechos son sagrados, las opiniones son libres, decía un editor de un diario norteamericano. De ahí que el derecho del ciudadano a la información es el derecho a conocer los hechos, la verdad de lo que ocurre en el mundo. En cambio, la libertad de expresión es un asunto distinto. Cada cual tiene su opinión y es libre de decirla.
Así, los hechos dejaron de ser sagrados. Por eso, la base del buen periodista es: cuando cuentes los hechos no los contamines. Cuando los cuentes, que sean los hechos.
La mayor mentira de la anterior campaña de Trump fue que él tenía el apoyo del Papa. Hay un drama, contra la mentira podemos luchar, pero cuando la verdad no importa, el periodismo pierde su razón de ser.
Una cuota importante del desastre también es culpa del periodismo. Comenzó con el desempeño de la profesión creyendo en la idea de la impunidad absoluta. Teníamos normas bien claras y un código de ética que no lo respetamos. Si había un reclamo, se publicaba un desmentido mojigato, escondido en alguna de las páginas y nada más. Pero, ningún periodista perdió su trabajo por haber faltado a las normas éticas. O sea, impunidad.
Sin embargo, el 2014, tres directores fueron expulsados de importantes diarios españoles no por incumplimiento del código nombrado sino por incomodar al poder político al sostener y defender la verdad. No los echaron por incomodar a los ciudadanos, no contaron mentiras.
La información de calidad es cara. El lector ya no quiere pagar por ella, ya que está gratis en internet. Por eso estamos haciendo un periodismo barato tipo fast-food y el periodismo barato siempre será malo. Los periodistas somos expertos en todo y conocedores de nada. Tenemos que hablar de todo, pero no sabemos de lo que hablamos. Nosotros sabemos preguntar a la persona adecuada para poder contar el tema en un lenguaje comprensible a quienes nos leen.
El día en que los periodistas aceptaron cubrir ruedas de prensa donde no se permitían preguntas, el periodismo se convirtió en un instrumento propagandístico de los dirigentes políticos. Cuando esto se instaló en España, los periodistas adoptaron la decisión de no asistir. Pero, la decisión duró 24 horas, ya que los medios prefirieron prestarle el servicio propagandístico primero a los políticos antes que respetar el derecho de los ciudadanos.
El periodista tiene el vicio de buscar lo negativo del mundo sin que le importe que el mundo es mucho mejor que peor. Todos somos cómplices de ese vicio.
La información se trata que sea atractiva, no que sea una entretención en sí misma. Las noticias no se hacen para que el público se divierta sino para hacernos mejores ciudadanos.
En internet para conseguir lo que se llama tráfico, para lograr visitas, no sirven los titulares tradicionales, hay que hacer otros. Nacen los clip-date o titulares egos. Ejemplo: «Lo que le pasó a Boric al bajar del avión, ni te lo imaginas». Entonces, atraído por ese título, tú pinchas. ¡Tráfico logrado! Aunque lo que le haya ocurrido a Boric al bajar del avión haya sido ni siquiera una anécdota.
Las grandes empresas del entretenimiento entraron en el periodismo y compraron los medios más respetables, Time, por ejemplo. De ese modo los dueños del show-business cambiaron el sentido de la prensa, la convirtieron en una entretención. Con ese cambio, nos volvimos info-entretenedores y no informadores. Nos condenamos.
Antes de finalizar, aclaremos. El periodismo ha muerto, pero se trata del periodismo clásico. Las nuevas tecnologías están ayudando a un periodismo emergente, que goza de gran respaldo ético que se atreve a mostrar eso que los poderosos quieren esconder. En Chile tenemos ejemplos: CIPER, El Mostrador están a la vanguardia de un periodismo centrado en lo original: lo sagrado de los hechos. En el bosque de las mentiras, la ira, el miedo, las verdades a medias y las afirmaciones interesadas, ese periodismo se abre paso con dificultad para mostrarnos los hechos y como consecuencia un mundo mejor.
1 comentario:
Felicitaciones Nelson por este posteo acerca del Periodismo y la suerte que ha corrido en estos últimos 50 años; digo el periodismo con su real espíritu, como un servicio de comunicación y educación a la comunidad, ese periodismo que nos acercaba al otro con sus emociones, sus ideas y sueños. La mercadotecnia irracional ha contribuido a la muerte del periodismo, así como las “casas de estudios superiores” que hace bastante tiempo a los cantos de sirena de la postmodernidad. Cómplices también han sido los medios de comunicación y sus mecenas que aprovechan un recurso valiosísimo para obtener jugosas ganancias de manera rápida aunque sea: difundiendo noticias falsas, inventando noticias inexistentes , lo cual provoca des-educación y la construcción de realidades inexistentes.
Lo que se relata en el artículo se puede inferir en el libro “El Cuarto Poder” del autor Archer, J. (1996), donde los gigantes económicos se disputan los medios de comunicación y a sus periodistas; y Cullen, C. junto a Kush (filósofos argentinos) venían denunciando desde la década de los ’70 cómo la falta de ética destruye la comunidad y el periodismo es una de las variables que incide en la destrucción y deshumanización.
Un abrazo desde Atacama.
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