viernes, noviembre 27, 2015

DOS CALLES DE PENCO FUERON PISTAS DE ATRACTIVAS CARRERAS A LA CHILENA

                          Una panorámica de la pista de carreras a la chilena en el fundo Coihueco.

Alcancé a decir “en la calle Robles”… y en la Sociedad de Historia de Penco una voz me aclaró: “El Roble”. Muy bien, prosigo. La calle El Roble fue escenario de carreras a la chilena durante muchos años en fines de semana ya fuera invierno o verano. Era una fiesta dominguera pencona en la que afloraba la chilenidad. La partida estaba en la esquina de Cruz y la llegada, unos metros antes de Las Heras. El Roble de entonces cumplía con tres condiciones para la realización de estas competencias: plana, de tierra y con la orientación oriente-poniente, como exige la norma. Cada vez se registraba una aglomeración de gente y de comerciantes ambulantes, junto, por cierto, de mucha presencia de jinetes con sombrero huaso y pingos bien aperados. Por el centro de la calzaba se hacían marcas con cal para definir los dos andariveles. El público se instalaba en las veredas. Las carreras a la chilena de calle El Roble atraían a público de otras localidades como Tomé, Concepción, Florida. Porque era la oportunidad de ganar apuestas en dinero. Los competidores se instalaban en la partida, por lo general muchachos jóvenes delgados, vestían pantalón arremangado y camisa. Debían estar lo más livianos posible.
 
Minutos antes de la partida se realizaba el sorteo del lado. Quién ganaba el carril derecho, el más apetecido porque así el jinete chicoteaba con la mano derecha, a diferencia del andarivel izquierdo en que el competidor tenía que lidiar con chicotear a su animal con la mano izquierda.

La regla señala que la carrera es en pelo, aunque estaba permitido usar un saco o un pellón de cuero de oveja sobre el lomo del animal. También estaba permitido usar espuelas pequeñas. Como los jinetes iban descalzos, las espuelas se ajustaban directamente a los pies. Otros más delicados de piel, usaban calcetines. No estaban permitidos los estribos. Algunos corredores se ataban un pañuelo en la cabeza. Los caballos a su vez estaban allí con sus propietarios listos para el arranque. Cabe mencionar a un vecino de Penco que era muy aficionado a este deporte y que tenía animales de competencia, don Darío Andrades. Entre tanto había personas que recogían las apuestas, guardaban el dinero en sus bolsillos a la espera del desenlace para entregar esa plata a los apostadores ganadores. Para el público general era divertido ver el entusiasmo y la fe de quienes jugaban su dinero. Para los niños, lo más simpático eran los nombres de los caballos y las yeguas: “la rucia”, “adiós mi plata”, “el caprichoso”, “el pate’perro”, “la chica de los mandaos”, “el colorao”, etc. 
Otro ángulo de la pista de carreras.
La organización responsabilizaba a una persona entendida – llamada genéricamente “el gritón”—para que diera la partida y tenía la facultad de anularla si algún caballo salía antes. Todo de nuevo. Cuando el arranque estaba correcto, la gente gritaba “se vinieron, se vinieron”, “se vinieron”. Entonces la responsabilidad caía sobre los veedores que debían decidir al ganador, el primero en cruzar la meta. Allí se armaban discusiones cuando la llegada era estrecha, porque había plata de por medio y honor que defender.
 
La calle El Roble dejó de ser un escenario apto para las carreras cuando la pavimentaron allá por los años sesenta. De ahí este deporte se desplazó a Alcázar, que reunía las mismas condiciones originales. Partían en la esquina de O’Higgins y terminaban antes de llegar a Freire. Con posterioridad el desplazamiento fue a Lirquén hasta que finalmente estas competencias se instalaron en el fundo Coihueco.
La calle El Roble en la actualidad, diciembre de 2015. Las carreras se iniciaban allá al fondo y terminaban acá en el primer plano.


En Penco los jinetes y los clubes de huasos son una tradición.
 


jueves, noviembre 26, 2015

LAS ARROBAS NO SE PONEN DE ACUERDO EN PENCO




                                                        La tradicional calle Penco, entre Las Heras y Freire.

 
Los pencones o penconas mayores, aquellos integrantes de esas familias que se vinieron a la ciudad provenientes de campos como Los Barones, Primera Agua y Agua Amarilla quedaron descolocados al comprobar que muchas de las palabras que ellos usaban con un sentido, aquí significaban otra cosa nada que ver. Y lo peor fue que nadie se tomó el tiempo para darles un explicación.
En los campos usaban hasta hace pocos años palabras como almud, decalitro o arroba para indicar una porción aceptada de algo. Para esas personas mayores arroba es una unidad de peso equivalente a casi doce kilos. Pero, en Penco, como en todo el mundo hoy @ es la clave para acceder a una dirección de correo electrónico, un e-mail. Lo único que se mantiene igual, por ejemplo, es el signo @. Pero, el ruido semántico persiste.
Otro ejemplo, en los campos las viejas casonas patronales o las antiguas bodegas de almacenamiento estaban construidas de adobes, de esos bloques hechos de amasijo de barro crudo con paja de trigo. Y hoy, acá los nietos o bisnietos de esos pencones o penconas hablan de adobe para referirse a algún artilugio para trabajar en los computadores.
El problema no es que las palabras arroba o abobe hayan tenido esos significados siempre y que para los campesinos fuera desconocido. No, son acepciones modernas, mientras que las originales fueron descartadas. Nadie compra una arroba de trigo, comprará doce kilos del cereal. Hay generaciones de gente menor de 40 que no sabe que antes también se usaba la @.
 



sábado, noviembre 21, 2015

EL SOLAR QUE OCUPA EL MODERNO EDIFICIO PÚBLICO DE PENCO GUARDA UNA HISTORIA DE AMOR NUNCA CONTADA


Dos vistas de la misma esquina: Freire y Maipú. A la izquierda, el almacén y casa de las señoritas Ulloa en su fase terminal, hace ya muchos años. Se ven las dos puertas que daban al mismo negocio (foto de J.Robles). A la derecha, el nuevo edificio público que se levanta en ese mismo espacio. (Foto tomada de la cuenta de FB del alcalde V.H. Figueroa).

NOTA DE LA EDITORIAL: Agradecemos a Luis Méndez Briones, integrante de la Sociedad de Historia de Penco, por esta interesante colaboración.

RECORDANDO A LAS SEÑORITAS ULLOA

Luis Méndez Briones

 A pocas semanas de inaugurarse en nuestra querida comuna de Penco el nuevo edificio de los servicios públicos, en la esquina de las calles Freire y Maipú, vaya para ese lugar un especial recuerdo. 

Todos quienes superamos, a lo menos, las cuatro décadas, o como diría Joan Manuel Serrat, “aquellos que hace 20 años tienen 20 años”, llamábamos a esa esquina, la galería Ulloa, pues en Penco era el único establecimiento al que se podía entrar por una calle y salir por la otra, aunque para este transito mediaran unos pocos metros. El establecimiento era un almacén de propiedad de las señoritas Juana, Julia y Carmen Ulloa, tres hermanas herederas de una antigua y tradicional familia pencona. El almacén como tal tenía las típicas condiciones de un establecimiento de las primeras décadas del siglo XX, un poco oscuro por las gruesas murallas de la casona y dotado de cuanta cosa pudieran demandar sus siempre fieles clientes. Tanto o más importantes que el almacén eran sus dueñas y atentas dependientas. Juana siempre prolijamente maquillada y pintada y Julia su devota hermana, que no se ausentaba ningún domingo o fiesta de guardar en la misa parroquial.  

Para rememorar a Carmen, quien bien merecido tiene un párrafo aparte, aunque pocos o casi nadie la recuerde, pues nunca se le vio en el almacén, vale la pena relatar algo más de la familia. La propiedad tenía un huerto de árboles frutales en el interior y por el costado de la calle Freire una pequeña casa-departamento en donde las señoritas Ulloa tenían una escuelita básica en que una generación de niños aprendimos nuestras primeras letras. Por la devoción religiosa de Julia, los vecinos le llamaban pretenciosamente la “Universidad Católica”[1]. Quienes tuvieron el privilegio de estudiar sus primeros años en esa escuela, el suscrito entre ellos, recordarán que nos adentramos en las maravillas de la lectura gracias al “libro del ojo”[2]. Las maestras eran Julia y Carmen, quienes abnegadamente se esforzaban en enseñarnos los misterios de nuestra lengua escrita. Carmen, en nuestros recuerdos, era una guapa mujer, morena, de tez blanca y frondosa cabellera. Por la dulzura y cariño que nos prodigaba, los niños de entonces no imaginábamos el drama que le había llevado a enclaustrarse de por vida y no salir, nunca más, a la calle, ni menos dejarse ver por el almacén. El relato de nuestros mayores nos dio la respuesta, cobijaba en su corazón la pérdida de su joven amado, quien por mano del suicidio la dejó para siempre a causa de un frustrado noviazgo provocado por la férrea oposición familiar. Ella no expresaba rencor ni amargura, solo cariño a tantos niños que pasamos por esa aula. Seguramente había perdonado tan duro agravio, como hoy nosotros tampoco juzgamos aquella remota tristeza. El hecho ocurrió y sucedió aquí en Penco, como alguna vez ocurrió el drama de Shakespeare en “Romeo y Julieta” o “La casa de Bernarda Alba” de García Lorca. Ojalá los pencones recordemos a las señoritas Ulloa y seamos agradecidos de cuanto nos dieron a las generaciones de entonces.
El futurista edificio público de Freire y Maipú coloca a Penco en el siglo XXI. Sin embargo, allí estuvo por muchos años la casa de las señoritas Ulloa.  La recordadas damas gozaron del aprecio de la comunidad, pero muy pocos conocieron el drama amoroso que vivió una de ellas. (Foto tomada de la cuenta de Facebook del alcalde V.H. Figueroa).

[1] Había otra escuela similar en la calle Penco, subiendo casi al llegar a la calle Carrera, atendida por la Sra Lucy Saavedra, a cuya familia los vecinos llamaban “Los viva Chile”, razón por la cual su escuela era la “Universidad de Chile”.
 
[2] (También llamado Silabario Matte). Fue creado por el educador chileno Claudio Matte en 1884 y publicado en la ciudad de Leipzig en Alemania. El método didáctico que utiliza es fonético-analítico-sintético. El nombre real del texto era "Nuevo Método (Fonético-Analítico-Sintético) para la enseñanza simultánea de la lectura y la escritura” (Método Matte, Sociedad de Instrucción Primaria, Santiago de Chile.)
                                                                                                                      Penco, noviembre de 2015.-

jueves, noviembre 19, 2015

HOMBRES Y MUJERES: CERTEROS MATARIFES DE PENCO

Matarifes de Penco posan en tenida de trabajo. Con botas y boinas, los "matadores". Al centro, la señora Laura Rosa Ramírez Salgado quien trabajó por muchos años en el oficio de tumbar animales. La foto captada circa 1950 fue cedida a nuestro blog por la hija de Laura Rosa y nos la ha enviado Cultura Penco-Lirquén.
 
José Nieves Garcés, de gran estatura, diestro con el cuchillo, gozó de fama en Penco por lo certero de su estocada para matar vacunos en el matadero local. Los ultimaba al primer pinchazo, hecho que hacía de él un matarife limpio, sin crueldad. Como se diría hoy en su pega el hombre era seco. Sin embargo, una mujer no le iba en saga: la señora Laura.
 
Los animales que ellos faenaban llegaban a Penco luego de una larga caminata desde Chillán. Bajaban por Tomé guiados por baquianos. Los arreos se detenían en Infante con la línea férrea, lugar donde funcionaba el entonces matadero municipal de la comuna. Ahí en plena calle --sin la congestión de hoy--, las reses aguardaban su turno.
En el matadero municipal de Penco no sólo trabajaban hombres, también --decíamos-- había mujeres, según nos relata la señora Lucía Ramírez Salgado, quien vive en Infante y cuya madre, la señora Laura, laboró por años en ese ex recinto pencón. Precisamente ella también tumbaba animales menos corpulentos usando con precisión su afilado cuchillo. Otras mujeres en esas faenas eran Mercedes, quien venía de Lirquén; las señoritas Villagrán, Mercedes o Meche, era una, de la otra se desconoce el nombre, porque  no le gustaba, se hacía llamar sólo señorita Villagrán. Ellas oficiaban de menuderas, esto es que pelaban los chanchos o lavaban y limpiaban vísceras y entrañas. El equipo lo completaban el Challo, también matarife, y dos ayudantes Luis, el “chueco” y don Cirilo. Estos últimos no eran empleados municipales. Su paga consistía en recibir un trozo de carne, pana o bofe, que después ellos vendían y así obtenían dinero. Pero, el hombre que destacaba era José Nieves, el matador.
La señora Lucía recuerda que ella le llevaba el desayuno al trabajo a su mamá. Nos dijo: “Los hombres siempre insinuaban piropos. Por ejemplo, ‘Meche –le decían a Mercedes—después de la pega nos bañamos en colonia y nos vamos a bailar al Huambalí, ¿estás de acuerdo?’. El Huambalí era uno de los casinos que funcionaban en la playa. Ellas que no estaban de humor para la chacota respondían con seriedad ubicando a los piroperos en su lugar”.
 
Los lunes, los miércoles y los viernes se faenaban animales grandes: vacunos y caballos; los martes y jueves cerdos y ganado ovino. El veterinario, señor Kombli, vivía en Concepción. Llegaba los lunes a primera hora para certificar la calidad sanitaria de las carnes. Sin embargo, su casa se incendió por lo que el municipio le ofreció residencia en Penco. Por eso vivió muchos años muy cerca del matadero. El segundo veterinario era don Caupolicán Rifo, proveniente de Lorenzo Arenas.
           En este espacio de calle Infante al llegar a Los Olivos, funcionó el desaparecido matadero municipal de Penco.

Entre sus recuerdos, la señora Lucía dijo que era común que jefes de sección de Fanaloza enviaran a obreros con azafates con cilantro picado a comprar sangre de cordero o “ñache” en las mañanas. Los trabajadores cargando los tiestos regresaban a la carrera a la industria donde el "ñache" era consumido por los loceros.
 
La municipalidad mantenía una estricta fiscalización del recinto. Estaba prohibido beber alcohol en la pega. Jefes del municipio se daban alguna vuelta por ahí y otro tanto hacían los funcionarios de carabineros. Sin embargo, lo que no se podía hacer ahí (beber), estaba disponible en los alrededores donde eran clásicos los cocimientos de entrañas, los chunchules y las prietas con su complemento de pipeño.
 
Según nos contó la señora Lucía,  los carniceros de Penco, aquellos que tenían locales establecidos en la ciudad  así como en el mercado local compraban los animales en pie. Esos comerciantes le pagaban al municipio por el servicio de faenar las reses, dinero que servía para remunerar al personal.
 
El matadero de Penco cerró y en la actualidad el caserón que colinda con el club deportivo Gente de Mar, presta servicios como bodega. 

lunes, noviembre 16, 2015

CON LEMAS SOLIDARIOS Y CRISTIANOS SE REALIZÓ LA PROCESIÓN 2015 EN PENCO

La imagen e la Virgen del Carmen, Patrona de Penco, recibió los honores y el cariño de los habitantes de la comuna.


Bajo excelente condiciones de tiempo se realizó este domingo 15 de noviembre la versión 2015 de la procesión de la Virgen del Carmen en Penco. La comunidad local -- Penco, Lirquén, Cerro Verde, Primer Agua y Cosmito-- participó en esta actividad religiosa más que centenaria. En este post presentamos una interesante galería de fotografías de esta festividad a la que concurrieron todas las fuerzas vivas penconas. La próxima gran festividad religiosa de la comuna tendrá lugar en Lirquén el próximo 8 de diciembre  con la procesión de la Virgen Purísima. (Las fotos fueron cedidas por Jaime Robles, presidente de la Sociedad de Historia de Penco). 
Vecinos de Penco y Lirquén del grupo Servidores del anda, portaron la imagen de la Virgen.
Monseñor Chomalí, máxima autoridad eclesiástica de la región, encabezó los actos religiosos de Penco.

Damas de agrupaciones religiosas desfilan ante la imagen de la Virgen.
Como todos los años los vecinos representaron alegorías religiosas.
Otro aspecto de las alegorías.
 

Saludos a la Virgen con pañuelos blancos.
La banda del pueblo, histórica de Penco, animó con sus marchas la procesión, dirigida por un hijo del recordado músico local Juan Jara.


 Un huaso pencón desfila ante la Virgen, en la parte final de la procesión 2015.


domingo, noviembre 15, 2015

EL ÚLTIMO DÍA DE LA PLAZA VIEJA

Una de las avenidas de la plaza pencona, paseo público que será remodelado.

            Después de más de setenta años la plaza de Penco, llamada Los Conquistadores según decreto de 1986, será remozada en forma integral, como corresponde. Ese espacio público de aspecto deprimido recibirá un cambio de arquitectura mayor para convertirse en un paseo moderno a la altura del siglo XXI. Por tal motivo será cercada y desmantelada para iniciar su remodelación. Los trabajos se inician este lunes 16 de noviembre de 2015 y deberán estar terminados en diez meses esto sería para fines de septiembre del 2016. 
           A continuación una galería de fotos del último día de la plaza vieja que nos ha hecho llegar Jaime Robles, presidente de la Sociedad de Historia de Penco.


Posan para la foto del último día de la plaza, de izquierda a derecha Jaime Robles, presidente de la SHP; Víctor Hugo Figueroa, alcalde e impulsor de la iniciativa; Rodrigo Soto, de Secpla; y Carlos Mendoza, jefe de comunicaciones del municipio.







El rostro de "Alegoría América" en la plaza de Penco.

miércoles, noviembre 11, 2015

ESCRITORA DE PENCO NARRA UN TIERNO CUENTO SOBRE LA REFINERÍA DE AZÚCAR



Lorena Poblete Bustos intervino en el acto de la Sociedad de Historia de Penco en defensa del ex edificio administrativo de la Refinería. (Foto de Jaime Robles).

TERRÓN DE AZÚCAR
Por Lorena Poblete Bustos
                      El abuelito José caminaba de la mano con su nieto rumbo a la escuela.  Muy cerca del colegio el niño se detiene, mira hacia el frente y le dice:
                         “Mira abuelito que feo y viejo ese edificio”.
                         No me gusta. Ojalá se hubiera caído con el Terremoto.  En la ciudad sólo debieran haber edificios nuevos y de lindos colores.
                         El abuelo mira al niño y le responde:
                         Nietecito: Lo que a veces es feo ante los ojos, en la realidad no lo es.
                         ¿Cómo es eso abuelito?
                        Mira, yo te voy a contar la historia de ese viejo y feo edificio.
                   En unos grandes camiones llegaba hasta la fábrica azúcar en granitos de color amarillo. Tan amarillita como las trenzas de tu hermana. Cuando  los niños veian esos camiones corrian a recoger azúcar….¡era tan dulce¡…. Una vez que los camiones llegaban a la fábrica allí los trabajadores la  convertían en pancitos o terrones de color blanco, con los cuales  en ese tiempo se daba dulzor al café.
                  La Escuela donde tú estudias se hizo gracias a esa fábrica de azúcar. También la Iglesia que puedes ver desde aquí.
                       Había un gran estadio y los niños para la navidad corrian por el pasto para ver llegar al Viejito Pascuero, que venia en un helicóptero, cargado de regalos.
                       Pero los años han pasado  y sólo quedan los recuerdos.  Eso se llama historia.
                          Ohhhh, abuelito. Me hubiera gustado comer de esa azúcar amarilla y ver al Viejito Pascuero en ese Estadio.
                             Y dime, nietecito…… aún te parece feo y viejo ese edificio?
                         No  abuelito, ya no quiero que lo saquen de ahí. Le voy a contar a mis compañeros.
                         Yo tampoco quiero que lo saquen,  porque trabajé muchos años ahí y tuve grandes amigos.
                             ¿Por qué lloras abuelito?
                       Lloro de alegría, porque ahora tú sabes la historia y sé que llegarás a querer tanto como yo a ese viejo edificio…..
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NOTA DE LA EDITORIAL: Este cuento lo hizo llegar Lorena a la Sociedad de Historia de Penco y su presidente Jaime Robles lo reenvió a nuestra redacción.

martes, noviembre 10, 2015

UNA PATA DE PALO SOLUCIONÓ EL PROBLEMA DE UN LISIADO EN CERRO VERDE

El acceso sur de Cerro Verde que conecta con Penco.
         Ese vecino de Cerro Verde debió tener una vida llena de problemas, por el hecho de haber perdido una pierna, en alguna circunstancia que nadie quería preguntar ni comentar. Pero, él no se complicaba. Esta limitación no alteraba su talante, no se le veía deprimido, porque el hombre tenía temple. Caminaba apoyado en una prótesis de madera que se la debió confeccionar él mismo. Por tanto, su pata de palo era singular, hechiza, sin copia en ninguna tienda especializada en artículos para minusválidos. Era un hombre de un metro sesenta y cinco, ancho de espaldas y actitud resuelta. Usaba sombrero. Era habitual verlo caminar por la línea del tren entre Penco y Cerro Verde. 

          Estimado lector, usted dirá y qué tiene de extraño eso de usar una pata de palo. Es que la prótesis  tenía el aspecto de un cono invertido. Donde el diámetro era mayor descansaba el muñón sobre un cojín circular. Por los lados se proyectaban dos tablas hacia arriba algunos centímetros que eran parte de la estructura de la pata. De ese modo, el usuario amarraba su prótesis en torno al muslo. Sin embargo, corría el riesgo de estrangulamiento de la pierna si usaba cordones cilíndricos. Para prevenir eso, se valía de una correa de cuero crudo, que la gente del campo llama coyunda, de esas con que se enyugan los bueyes. La parte con diámetro menor incluía un regatón de goma. Su pata lucía brillante de color café porque seguramente le añadía pasta de zapatos. Se esmeraba este señor el lucir bien presentado, aunque la gente que lo miraba pasar, se imaginaba el  peso de esa prótesis de madera sólida con la apariencia de un tronco en el segmento superior. Tiene que haber sido una solución muy incómoda a una cojera.

        Lo otro novedoso de esta persona era que llevaba la pierna respectiva de su pantalón arremangada, de manera que la prótesis permanecía expuesta, a la vista, al punto que nos ha permitido entregar detalles en este relato. Algunas personas con las que alguna vez hablamos sobre este personaje, nos comentaban que si bien la pata era pesada según la apariencia, la coyunda no bastaba para mantenerla pegada al muñón sin que se le cayera por gravedad. Así las cosas, nuestro caballero, me decían, debió tener un terciado que lo usaba debajo de la camisa a modo de suspensor.          Sin embargo, la prótesis que parecía pesada, tal vez no lo era tanto porque su fabricante se las ingenió vaciando el centro y dejando todo el entorno con tablas delgadas, a modo de barrica. 

        Allí iba caminando –decíamos--, sin la ayuda de nadie, con su terno azul claro con una pierna arremangada y un sombrero echado hacia atrás que no ocultaba su rostro de tez blanca y aquella amplia sonrisa. Eran los años cincuenta, tiempos en que la pobreza le negaba a los lisiados de la comuna acceder a prótesis técnica y ergonómicamente adecuadas.

sábado, noviembre 07, 2015

YA NO EXISTE EL PUENTE PEATONAL FRENTE AL GIMNASIO DE FANALOZA

Esta es una fantasía de Photoshop. El montaje fotográfico permite hacerse una idea del puente peatonal de acero. El original era más ligero y estaba asentado sobre cabezales en altura en cada extremo. Para cruzarlo había que subir un par de escalones en los dos costado.

          A fines de los años cincuenta la entrada principal del gimnasio de Fanaloza contó con un puente peatonal que conducía a la vereda norte de la calle Penco. Quienes decidieron su construcción estimaron que dicho puente era necesario. Y tenían razón porque el gimnasio era un lugar extraordinariamente concurrido por los distintos actos que ocurrían allí: partidos de baby fútbol, de básquetbol, veladas boxeriles, proyecciones de cine en tres funciones, shows artísticos de la comunidad, presentaciones de artistas nacionales e internacionales. 
               El flujo de gente que iba y salía enfrentaba el tajamar del río a sólo un par de metros de la puerta. Era peligroso, muchas personas se aglomeraban ahí con el riesgo de caer al lecho del estero. Por eso su construcción ayudó a descongestionar y permitió una rápida salida a la calle de enfrente. Algunos artistas aprovecharon dicho puente como una plataforma porque ayudaba a ese fin. Estaba montado unos cincuenta centímetros sobre el nivel de los tajamares y en cada cabezal había unos peldaños para alcanzar la altura y caminar por él. En una oportunidad el cantante de tangos Alberto Castillo, luego de actuar en el gimnasio, cantó en el puente para aquellos admiradores que se quedaron sin entrada. A su tiempo, Luis Dimas, se trenzó allí en una discusión con vecinos, luego de negarse a actuar porque no tuvo convocatoria popular. A pesar de la publicidad a la hora de su espectáculo no había más de diez personas en el recinto. 
     El puente peatonal fue desmantelado silenciosamente seguramente en los setenta, luego que mermara el flujo de gente en el gimnasio. Hoy en día el espacio está como fue al comienzo. Ya no hay prisa para cruzar el río ni público aglomerado deseoso de ingresar a algún recital o de salir al término del show.  

Foto actual del gimnasio, el puente peatonal fue retirado.

CUANDO EL LOCO VENÍA POR LAS CALLES DE PENCO

Penco durante el crepúsculo de un día de octubre de 2015. Imagen captada con mi IPhone 5.

          Una curiosidad de la era industrial en Penco fue que en los días hábiles había pocos hombres en las calles y en los lugares públicos. Lo que pudo ser sólo una percepción o una subjetividad tenía una explicación, que ellos estaban trabajando en las fábricas, en el mar, en la mina, en faenas forestales, en los bosques o en los campos de los alrededores. Aquellos que dedicaban ocho duras horas de labor en las industrias (Vipla, Fanaloza, Refinería de azúcar) usaban parte de su tiempo libre para estar en sus casas ya sea atendiendo menesteres domésticos o descansando. Por tanto en las calles y en los lugares públicos era más fácil toparse con mujeres de todas las edades que con hombres adultos. 

      Esta apreciación ─también subjetiva─  daba lugar a que los vendedores al menudeo tuvieran más fácil llegada a las dueñas de casa, habitualmente las mejores clientes en lo que se refiere a las novedades que ofrecían. Pero, este diríamos vacío, también permitía situaciones ridículas y otras atemorizadoras para la paz del barrio: a veces pasaba el loco disparatando. El «loco» era el término genérico que hacía referencia a un sujeto con sus facultades perturbadas, algo desquiciado o fuera de sus cabales, un chalado, no un borracho de mala cabeza. Entonces el loco iba caminando por el medio de las calles polvorientas de esos años haciendo gestos y musarañas, bailando o gritando, amenazando con perseguir a los niños que los observaban con ojos de susto y a prudente distancia. Las mujeres decían que los locos nunca fueron tal, que eran sujetos pillos que se valían de una supuesta condición de enfermo mental para entablar conversaciones con ellas. En efecto, decían que las miraban con una sonrisa boba a la espera de algún consejo o una orientación, tal vez. Cuando se oía la voz de alarma de los niños más crecidos: «arrancar que viene el loco», las dueñas de casa prudentemente trancaban sus puertas y cerraban las ventanas. Algunos de estos hombres metían miedo. Sin embargo, jamás se oyó que un loco haya cometido una locura que alcanzara el grado de delito. Pero, si eran sorprendidos por carabineros terminaban en el cuartel a modo de prevención. 
          Recuerdo algunas identidades informales de algunos de ellos: «el Cachulo», «el hombre del cerro», «el viejo del saco» por ejemplo. Estos locos aparecían de tarde en tarde, venían de no sé donde y se dirigían hacia ninguna parte. Igualmente fueron un ingrediente ínfimo del horizonte social de ese Penco obrero y proletario del siglo XX. 

jueves, noviembre 05, 2015

LA SOCIEDAD DE HISTORIA DE PENCO DEFIENDE EX EDIFICIO DE LA ADMINISTRACIÓN DE LA REFINERÍA

Aspecto de la reunión de la Sociedad de Historia de Penco, vecinos y estudiantes en defensa del patrimonio de la ciudad. Se dirige a los presentes Boris Márquez Ochoa.
Texto y fotografías de Jaime Robles R. Presidente de la Sociedad de Historia de Penco.               

            En el mediodía del sábado 31 de octubre de 2015, vecinos, estudiantes, profesores, dirigentes vecinales, y sobre todo ex refineros, sus hijos, nietos y bisnietos, hicieron un alto en el rutinario trajinar por la calle de acceso al Recinto Refinería, para revalorizar el patrimonio industrial de Penco, atendiendo a que en nuestra ciudad histórica, escasean los espacios e inmuebles que refrenden tal condición.         
            Es cierto, contamos con el fuerte La Planchada, testimonio del pasado colonial; pero a excepción de este monumento, y tal vez, el Boldo de la Ermita; no existe de ellos una real conciencia ciudadana, de lo relevante que son los inmuebles que dan cuenta del pasado de nuestro Penco, particularmente de la ciudad vinculada a los procesos de industrialización. De ese Penco obrero, el que fue germen de la movilidad social, que hoy muestra generaciones de técnicos y profesionales, descendientes de hombres y mujeres que sentían una identificación tal con su empresa, que la vida giraba en torno a ella misma. De ese Penco, ya perdimos lo que fueran las oficinas de Fanaloza, de calle Infante esquina Cochrane, al igual que su la sala de ventas. De la historia locera, quedan sus poblaciones, Juan Díaz y Facundo Díaz, parte de las instalaciones de la Fábrica y, por la meritoria labor sus dirigentes, el remozado Gimnasio del Hogar Sindicato Industrial Fanaloza, frente al rio. 
Otro ángulo de la reunión convocada por la SHP y al fondo el edificio de la ex administración de la Refinería.
             De la historia Refinera, el recinto de Roberto Ovalle N°1, marca la ubicación de lo que fueran las oficinas, desde las cuales se dirigieron los destinos de la Planta Penco, de la Refinería de Azúcar de Viña del Mar; desde ese inmueble, sus máximos ejecutivos marcaron un transitar de éxitos que sólo acabó, cuando las fuerzas del mercado, ajenas de afectos, dieron fin a los sueños, a la orgullosa vida de trabajo, poniendo en jaque un sistema de vida asociado inseparablemente a la fabrica. El duelo ha sido largo, el 2016 se cumplirán 40 años, y durante estas décadas, las ex trabajadoras y ex trabajadores, sus familias, y todo Penco, mantuvieron retazos de la identidad refinera. De los espacios emblemáticos, se perdió el estadio (llamado “El Fortín” en épocas de gloria) y con dolor, con frustración, vimos como una de las víctimas del terremoto del 2010, fue el gimnasio y lo que quedaba del cine Crav. 
El ex edificio refinero en plena fase de desmantelamiento.
            Por ello, nos hemos conmovido ante la escena de ver cómo se va desmantelando la techumbre de las ex oficinas, un paso previo a la muy probable demolición del lugar. Hemos dado una voz de alerta,  y en esto la Sociedad de Historia de Penco, ha recogido el sentir de diversas organizaciones sociales, que reúnen a ciudadanos involucrados con el sano y armonioso desarrollo de la ciudad. Nos llama la atención cómo en otras ciudades conviven los desarrollos inmobiliarios, en sintonía con los elementos arquitectónicos identitarios de las comunidades en donde se insertan los proyectos.
            Vemos con sana envidia a ciudades cercanas, como Lota, que cuenta con una decena de Monumentos Nacionales, todos ellos motivo suficiente para visitar la comuna minera, lo que implica desarrollo económico y social. Los lotinos, desde hace mucho, han comprendido que el patrimonio es una oportunidad para la modernidad, y no un estorbo.           
            Por tanto, invitamos a reflexionar sobre qué estamos haciendo en Penco, para hacer la adecuada y virtuosa mixtura, entre el ayer y el hoy. Y muy probablemente deberemos también hacer un mea culpa, respecto a qué tan responsables somos de no haber comenzado a promover antes estos conceptos. En fin, la herramienta que nos queda es pronunciarnos, a través de los medios con que contamos hoy, y en ese sentido, lo que hicimos el sábado 31 fue una muy gratificante experiencia.
Así lucía el edificio ese sábado luego de años de abandono.
                 En pocos días, logramos coordinarnos con los dirigentes de las Juntas de Vecinos Recinto Crav, Roberto Rossi y Los Radales, contando además con la muy voluntariosa colaboración de la Directora de la Escuela República de Italia, Sra. Cecilia Gallegos, quien nos facilitó la energía eléctrica, sillas y mesas. Así, entre todos, pudimos llevar a cabo una muy significativa convocatoria ciudadana, que contó con la exposición del Director de la Galería de la Historia de Concepción, investigador y escritor de la historia de Penco, quien dio contexto a ésta actividad con la Conferencia "Penco: Perspectivas históricas para la valorización del patrimonio industrial". Gran oportunidad nos dio Boris, de ir paso a paso sopesando lo que Penco ha sido como polo industrial, y de la tarea que tenemos por delante para enaltecer este legado.           
            Junto con los representantes de las juntas de vecinos, también se hicieron presentes directivos del Liceo Pencopolitano,  de las escuelas República de Italia y Jorge Montt; llamando la atención la presencia de alumnos luciendo su uniforme, dando cuenta del respeto con que se tomaron la asistencia a esta jornada. Son ellos precisamente los que recibirán como herencia, lo que los adultos de hoy seamos capaces de preservar.           
            Mario Fuentealba, un autodidacta coleccionista de piezas y documentos de la historia refinera, una vez más puso a disposición del público, su amplia muestra de objetos que alguna vez fueron parte fundamental de la actividad fabril.  Se emocionó al recordar los tiempos en que el mismo fuera un operario de Crav, trabajo que tomó en sus años mozos, casi como refrendado la herencia paterna que significó para él la figura de su padre, Don René Fuentealba, el eterno conductor de la micro que los estudiantes de ayer, que hoy peinan canas, recordarán con afecto.
Otro aspecto de la reunión de la SHP. 
 
             También hizo uso de la palabra María Lorena Poblete Bustos, recordando sus años de infancia, y de correrías por el barrio, con su padre refinero. Abogó también porque el inmueble tenga un mejor destino que el de ser demolido, sentimiento compartido por todos quienes concurrimos a este noble acto de reivindicación de la memoria de un pueblo. 
            También queremos agradecer la cobertura brindada por el Centro Cultural Pencopolitano, quienes tienen la administración de la Radio Comunitaria de Penco (FM 107.9), Asistieron parte de sus socios, y transmitieron segmentos de la actividad, hicieron entrevistas sacadas en directo al aire, para que el resto de la comunidad supiera lo que sucedía en el Barrio Refinería, a esas horas del mediodía. 
            Igualmente agradecer la cobertura de este mismo Blog, del periodista Nelson Palma, quien además de pertenecer a los registros de nuestra Sociedad de Historia de Penco, es un ávido difusor de lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que está por suceder en Penco... gracias Nelson.           
            Finalmente, señalar que actividades como esta no son más que la ratificación, del profundo interés que nuestros coterráneos van manifestando en la revalorización del patrimonio; y que por lo mismo, las autoridades competentes, deben estar un paso más adelante en salvaguardarlo, haciendo convivir los nuevos proyectos de modernización, con la preservación y dignificación de estos espacios, que como ya indicáramos, para otras ciudades son verdaderos tesoros, y por tanto, protegidos mediante alguna norma.  
En estas líneas proponemos crear la categoría de Monumentos Históricos Comunales. Puede ser un primer avance, creemos, en poner a resguardo y revalorizar lo poco que nos va quedando de los  inmuebles patrimoniales pencones. 

            Jaime Robles Rivera
            Presidente de la Sociedad de Historia de Penco
            Diplomado en Patrimonio Regional, U. de  Concepción.