domingo, diciembre 30, 2018

ANÉCDOTAS EN PENCO DE LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL QUE GANÓ PEDRO AGUIRRE CERDA

El Presidente Pedro Aguirre Cerda en una actividad con Carabineros (foto de la revista institucional).

          En Penco había ajetreo político en aquellos últimos días del invierno de 1938, porque el 25 de octubre de ese año el país elegiría al nuevo presidente de Chile, ya que expiraba el mandato de Arturo Alessandri Palma, «El León de Tarapacá». Para entonces, estaba en plena vigencia la Constitución de 1925, propuesta por aquel mandatario corpulento y de gran vozarrón en su primer período. La «matanza del Seguro Obrero» en Santiago que significó la muerte de 62 jóvenes nazis a manos de la fuerza pública (se salvó uno), a sólo metros de La Moneda, complicó la opción del gobierno saliente. La masacre ocurrió sólo 29 días antes de le elección. Los dos candidatos más importantes que se postulaban eran, el oficialista (de la coalición encabezada por el partido Conservador) Gustavo Ross Santa María, ministro de Hacienda del gobierno saliente y el profesor Pedro Aguirre Cerda, apoyado por el izquierdista Frente Popular. Un tercer candidato fue el general Carlos Ibáñez del Campo, de la Alianza Popular Libertadora, sin embargo, cuando faltaban días para la elección retiró su candidatura, pero su nombre quedó en la papeleta. Porque no se explicaría de otro modo que igual haya obtenido algunos votos, los que quedaron registrados.

          Todos estos antecedentes palpitaban en Penco, una ciudad mayormente obrera, y perfectamente al tanto de los acontecimientos nacionales. Sobre el clima político local, hace muchos años, en una conversación de un círculo de amigos, escuché algunas anécdotas contadas por don José Riquelme Araneda, presidente del club deportivo Atlético. En dicho encuentro, don José recordó aspectos que él observó en Penco en el forcejeo político por alcanzar la Presidencia de Chile.
Don José Riquelme Araneda.
Dijo, por ejemplo, que los partidario de Ross en las marchas y en sus concentraciones en la plaza, adaptaron la música de un himno del cancionero católico, aquel titulado «Hasta tus pies». Usaron la melodía, de origen mexicano, en la parte del estribillo que dice «a Dios queremos en nuestras leyes, en la escuelas y en el hogar». Los adeptos a los conservadores lo cantaban en Penco, según el entretenido relato de don José: «A Ross queremos en nuestras leyes»…
          Otras fuentes, como Wikipedia, confirman esa versión y agregan otras creaciones del comando del multimillonario Ross que quería ser presidente y que anduvo bien cerca de lograrlo. A la misma idea de su apellido que rima con arroz le sobrepusieron la música de la canción brasileña «Mamá yo quiero», o sea, debió resultar: «A Ross yo quiero». Sin embargo, la oposición a esa candidatura, en este caso el Frente Popular también difundió estribillos y gritos de campaña que hacían referencia al arroz, pero con un obvio propósito contrario y sombrío: «Si a Ross tenemos, arroz no tendremos».
          Gustavo Ross, mientras estuvo en Hacienda, pudo controlar con drásticas medidas la inflación que aquejaba a la economía. Por eso, sus partidarios lo llamaron «el mago de las finanzas», pero sus oponentes lo apodaron «el ministro del hambre» por el impacto de tales medidas en las clases más desposeídas. En la reñida elección de 1938 Pedro Aguirre Cerda obtuvo el 50,45% de los votos y Ross, el 49,52%.  Este último perdió por 4.111 votos, de los 441.441 sufragios válidamente emitidos. Ibáñez reunió sólo 112 votos, con el 0,03%. En la provincia de Concepción (no tenemos el detalle de Penco) los resultados fueron los siguientes: Aguirre Cerda: 17.417 votos; Ross 9.743. Ibáñez obtuvo 1 solo voto.
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Las cifras de esta nota fueron tomadas de Wikipedia. 

viernes, diciembre 28, 2018

PENCO Y SUS ALREDEDORES NO ESCAPARON DEL TIFUS EN 1933

Gráfica construida  en computador con el  propósito de ilustrar esta nota.

         Debió ser la operación limpieza más grande que recuerde la zona central de Chile, aquel programa del gobierno de la época (Arturo Alessandri) para extinguir el tifus exantemático, una epidemia que azotó a nuestro país entre 1933 y 1939. Penco y sus alrededores no estuvieron ajenos a los devastadores efectos de este mal causado por los piojos.
          Experiencias de la enfermedad y de la campaña de salud nos llegan aún por medio del relato oral. En los campos, incluidas Primer Agua, Cieneguillas y más allá, Rafael, Guarigüe, Ránquil, Peña Blanca, etc., los equipos de salud iban casa por casa o puebla por puebla (así llamaban a las casas de los inquilinos) para someter a sus moradores a drásticos procesos de aseo. Dicen que los equipos llegaban con unos fondos de gran tamaño, hacían una fogata, calentaban agua a la que le añadían unos químicos y echaban ahí toda la ropa de la gente, incluida las camas, colchones, todo. Las ropas permanecían en los tachos hirvientes por largo rato y después se tendían al sol. Mientras tanto, el personal de salud registraba los hogares y hacía un aseo profundo a zona donde se reunían las familias: el comedor, las cocinas y echaban más químicos con bombas de mano por todos los rincones.
        Los moradores de las pueblas miraban con los brazos cruzados  (y con ropa prestada seguramente por el personal de salud) el trabajo profesional desarrollado por los equipos de limpieza. Cortaban el pelo para prevenir la presencia de piojos. Esta operación tomó años en cubrir las zonas potencialmente foco de la enfermedad. El recorrido cubrió la mayor parte de sitios poblados de los campos. Aún quedan personas que durante su niñez vivieron esa experiencia y recuerdan algunos de los detalles que vieron y que hemos incluido en esta historia.
            El tifus exantemático lo padecía mayormente la gente pobre y consiste en presencia de fiebre y problemas cardíacos y respiratorios. Causaba la muerte si no se trataba a tiempo. El mal lo transmiten los piojos que se adhieren en las prendas de vestir y al picar transmiten la enfermedad. Con el avance de la ciencia médica fue posible finalmente controlar la epidemia gracias a programas de limpieza, el uso de nuevos y más efectivos insecticidas contra esos parásitos vectores y a la aparición del cloranfenicol. 
        El programa de salud significó un enorme esfuerzo del gobierno central por erradicar el tifus, en la ciudades se sometieron a riguroso aseo los cines, teatros, iglesias, escuelas, transporte público, lugares de reunión, hospitales. Muchos de esos recintos permanecieron cerrados por cinco o más días con el fin de eliminar todo vestigio del insecto causante de la propagación del tifus.
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NOTA DEL AUTOR. Al escribir este relato nunca imaginé que estábamos en las vísperas de la aremetida de la peste Covid 19. La pandemia que comenzó a golpearnos en Chile en la primera mitad de 2020 ha causado hasta ahora miles de muertos en el país y millones en el mundo entero.

miércoles, diciembre 26, 2018

EL IMPACTO DEL LÁPIZ BIC EN LA CULTURA PENCONA

De arriba a bajo: un Bic, un Cross, un Mont Blanc y un lápiz de grafito.

          El lápiz de pasta Bic llegó a Penco a comienzo de los años 60. Reemplazó a la pluma estilográfica que tenía dos formatos: uno, la pluma fuente, con su carga de tinta líquida, y dos, la pluma con soporte de madera para untar la punta en un tintero.
       El nuevo bolígrafo nos cambió la forma de escribir. Antes, había que preocuparse de tomar correctamente la pluma, adoptar una actitud de buena escritura y después bocetear los trazos y las curvas de las letras manuscritas sobre la superficie del papel. Se necesitaba un secante, para evitar los manchones. Todo el proceso era lento. Sólo se podía escribir a la rápida con un lápiz de mina. Pero a tal escritura no se la consideraba formal aunque se la aceptaba. Lo formal era con tinta.
       Quien escribe esta crónica, vivió la transición que marcó la llegada del bolígrafo Bic. Antes había pulcritud por la caligrafía, la que los profesores evaluaban con nota. Nadie disponía de una licencia especial para tener mala letra. Era lo contrario: quién tenía los textos más bellamente manuscritos. Los estudiantes íbamos a nuestras clases con nuestros bolsones (de cuero) y el tintero bien cerrado colgando de un hilo. Los pupitres de la escuela tenían un agujero para que el tintero calzara justo y no se desplazara de la superficie por descuido o por movimientos.
         Y el día menos pensado, los alumnos comenzaron a ir a clases con sus nuevos bolígrafos que tenían la característica de un lápiz de madera, pero que escribían con tinta. Una auténtica revolución: los tinteros y las plumas estilográficas ajustadas a soportes de madera se quedaron en casa. En las aulas hubo un giro cultural silencioso, ahora se podía escribir más rápido y con aspecto formal…
       El lápiz Bic llegó para quedarse. Con una secuela sin marcha atrás: el nuevo invento echó a perder el sentido de escribir bonito caligráficamente. Los alumnos le echaron con la cundidora y los profesores hicieron la vista gorda. Un factor por el que tuvo gran aceptación desde el primer día fue la velocidad en el acto de escribir; pero, esa ventaja traía consigo una consecuencia: la punta del Bic al desplazarse sin freno hizo malograr todo el cuidado por conseguir belleza aunque el texto igual se leyera… En definitiva, la llegada del Bic a Penco fue un enorme avance, pero que tuvo sus costos, los tuvo.
Modelo de un texto escrito con criterio caligráfico, tomado de Internet.

lunes, diciembre 17, 2018

UNA POESÍA DEL PROFESOR Y POETA ENRIQUE FERNÁNDEZ, DE PENCO


                    
                    La librería Colón (no tengo certeza absoluta de ese nombre, la memoria me puede traicionar) estuvo ubicada en la esquina de Penco con Freire (Freire 499), frente a la entonces farmacia Méndez. ¿Qué ciudad que se precie no tiene una librería Colón? Pues, Penco tuvo una. Su propietario durante años fue don Enrique Fernández Salgado, profesor de educación física, quien hacía clases en el Instituto Superior de Comercio, INSUCO, en Concepción. Sociable era don Enrique, tenía muchas amistades en Penco, incluso trabajó como voluntario en la creación de la División de Menores de la Refinería, esa agrupación de muchachos, hijos de trabajadores azucareros, organizada a la manera de los boy scouts. 
          Quienes lo conocieron de cerca, a él y su familia, nos dicen que con su esposa, la señora Julia Romero Espinoza, eran aficionados a la lectura y que en su casa había una bien equipada biblioteca. El matrimonio tuvo una hija, Rita, quien se tituló de bióloga en la Universidad de Concepción y dictó clases en la sede universitaria de Chillán.
          Con motivo del cierre de la Refinería en 1976, don Enrique cedió la librería a Néstor Manuel Romero Espinoza, su cuñado, y ex empleado de CRAV para resolver el problema de la  carencia de trabajo. Muchos años más tarde, el negocio cambió de giro a una florería. Las mismas fuentes que nos han proporcionado esta información nos dicen que el señor Fernández, su esposa e hija han fallecido hace algún tiempo.
              El recuerdo del señor Fernández viene a la memoria, luego que nuestra amiga y colaboradora de este blog, Rosa Aqueveque, me hiciera llegar un texto redactado y firmado por el profesor al que ella tuvo acceso en la casa de su tío Juanito Rifo, el dentista. Me sorprendió el hecho que esa persona, donde Enrique, de aspecto afable, sonriente y comunicativo haya escrito poesía en sus tiempos libres. Los versos que publicamos a continuación fueron creados por él en agosto de 1989.

DE VIDA NORMAL
Por Enrique Fernández Salgado (Penco, martes 29 de agosto de 1989).

Ecce Homo, dijo Pilatos
"Ecce Homo" (He aquí el hombre).
Autor: Quentin Massys (1520).
a los acusadores del Nazareno.

Cuando se menciona el vocablo Hombre,
es común hablar de masculino y femenino.

Elogiamos al Ser en la cumbre,
de creación fugaz, tras la verdad,
con buenos ojos, de exitosa lumbre,
en tierra de amigos con SOPLO DIVINO.

El hombre de vida normal, se auto valoriza
con Probidad, se mira al espejo, entonces,
con lo que medita… su palabra autoriza.

El hombre asido a la normalidad, cumple,
es: viril, sensato, con fuerza de voluntad,
de principios reales: con armonía y paz,
van juntos a una formación integral,
evita así, sofismas, cuyas heridas,
lo conducen de inmediato a la barbaridad.

Hay que distanciarse de las garras del león.
Sacar la cabeza de las alas del avestruz,
–¿Cómo?...– serenarse, trabajar con honor…
De este modo, cavilamos con alegría y salud.
Tiempo que dedicamos a endilgar a la juventud.
Con costumbres pulcras, se irá al Hades griego en majestad.

Cuesta ser trabajador intelectual, manual,
científico; pero es más difícil obtener
la Profesión de Hombre. Es fundamental.
En 1864-1937, el bilbaíno Unamuno don Miguel,
encontró apropiada la palabra “Hombridad”;
en 1842-1910, el norteamericano William James,
la enracimó como joya en “Hombre Pragmático”;
y el religioso… la uniformó con “Cristiano de Vida Normal”.


sábado, diciembre 15, 2018

DE PASEO POR PENCO CON ZAPATOS DE HOJALATA


         Ese amigo mío de apellido Cid que vivía cerca de la estación del tren me demostró su sentido previsor en tiempos difíciles. Él sabía que los zapatos nuevos que sus padres le compraron tendrían poca vida, si los usaba desde la mañana a la noche, los siete días de la semana, partidos de fútbol incluidos. Ese era el destino de los zapatos. Y, en su caso, no habría otro par hasta mucho tiempo después. Con estos elementos de juicio en su cabeza, a sus 14 años ideó una solución para prolongar la vida útil de su calzado. O quizá la copió de alguna revista de monitos o, tal vez se la sugirieron en su casa. Se trataba de una medida de prevención impensada contra el desgaste de las suelas. Claro que la aplicación de la fórmula ─Cid la pudo patentar y adquirir derechos─ requería de técnica y de uno que otro insumo. Veamos.
         «A mis zapatos les pongo una media suela de lata», me dijo con toda naturalidad y me sorprendió. Cid era seriote, cuando hablaba empleaba el tono y el estilo de un hombre mayor. Y como vio en mí, una absoluta incredulidad, me mostró la planta de uno de sus zapatos. La hojalata aplicada con clavos pequeños por la periferia de la base original presentaba ese brillo del hierro bruñido. Sus dos zapatos tenían el mismo aspecto, lo que visto a la rápida parecían dotados de suelas de acero inoxidable. Cid, con su voz pausada y de hombre adulto, añadió: «Hay que tener un poco de cuidado al caminar, eso sí. A veces, uno puede resbalar y mucho ojo con los cables eléctricos. Por ningún motivo pisar uno si ves alguno tendido en el suelo, te electrocutai… Ah, la lata no dura mucho, se rompe, tienes que reemplazarla cada dos meses más o menos».

         Y sobre este asunto de las plantas metálicas , ocurrió que los estudiantes abordábamos los buses del estado ahí en calle Maipú con Freire para nuestros diarios viajes a Concepción. Un día, entre todos los amigos y conocidos en la cola para subir estaba Cid, pero varios puestos más adelante. Cuando lo vi levantar el pie divisé las aceradas plantas de sus zapatos y, acto seguido, comprobé que él no siguió las recomendaciones que me comunicara con anterioridad. Al hacer pie sobre la pisadera de fierro corrugado del bus, Cid patinó y  se sintió el ruido de roce de metales como cuchillos. Si no hubiera sido por una niña que le seguía en la fila que lo sujetó se habría sacado la contumelia. La pregunta que queda flotando es si a partir de esa experiencia Cid haya decidido retirar para siempre las latas de las plantas de sus zapatos...

viernes, diciembre 14, 2018

PENCO EN LOS TIEMPOS DE LOS CUETAZOS, LOS TIC-TACS Y LOS BOLEROS

Foto tomada de Internet, Europa Press.

El uso de los fuegos artificiales por parte del público quedó prohibido por ley el 2000. En cierto modo fue una costumbre que se fue atenuando a partir de la dictadura. Antes había chipe libre para divertirse encendiendo mechas y arrojando petardos. En los días de fiestas de fin de año o para el 18, en Penco se escuchaban los cuetazos por todas partes. Era una diversión de grandes y chicos, de padres e hijos. Los cuetes(*) se vendían en todas las tiendas establecidas y era normal que para esas fechas, la gente anduviera con más de alguno en los bolsillos. La industria y el comercio de los cuetes hacían su agosto por esos días. El uso vino de Europa, donde prevalece, particularmente en España donde no están prohibidos. Hacia los años finales de la práctica de esta costumbre en Chile, surgieron algunos innovadores en este negocio: inventaron las piedras rodantes. Se trataba de piedras de huevillo (o de canto rodado) embadurnadas de una sustancia color verde manzana a modo de corteza. Entonces el usuario lanzaba con fuerza la piedra rodante a lo largo de la calzada y ésta al hacer contacto con el cemento producía el ruidoso estallido de esa parte de la corteza explosiva. Los vendedores de las piedras rodantes debían gastar harta energía para llegar a los puntos de atención a público, porque el producto era pesado. Al día siguiente, los funcionarios municipales tenían que retirar los centenares de piedras usadas y abandonadas en cualquier lugar de las calzadas.
Un despertador a cuerda clásico ,vista frontal y posterior. (Foto producida por este blog).
 El invento del reloj a cuerda está registrado en el siglo XVI. Las ruedas dentadas de su mecanismo interno producían aquel tic-tac monótono característico. Si el reloj era de pulsera se oía igualmente en situación de reposo. A este respecto, recordemos que el automóvil Rolls Roice, logró tal perfección técnica de silencio durante la marcha que su publicidad orgullosamente decía algo así: “el único sonido que no hemos podido eliminar es el tic-tac del reloj”. Pues bien, valga la cita para nuestro cuento. Los relojes a cuerda llamados despertadores, eran unas máquinas de meter ruido. En todas las casas en Penco, había más de uno. Se escuchaban de día a pesar de los ajetreos del vecindario. Imagínese usted cómo era ese tic-tac durante las noches, un suplicio chino. Pero, los obreros necesitaban sus despertadores para cumplir con la hora de entrada a sus trabajos del primer turno. Así que mejor era permitir al cerebro inhibir el molesto ritmo de aquellos relojes, los que más aún, se dejaban con toda su cuerda sobre el velador.
Foto de Internet (México).

Se bailaba en Penco, desde cueca hasta rock pasando por boleros, vals, corridos mexicanos, tangos… Nadie se echaba para atrás si de salir a la pista se trataba. La gente socializaba de esa manera: bailaban las parejas y después al encontrarse en la calle ni se saludaban. El baile fue el baile y nada más. La gente bailaba para las fiestas no religiosas. Quizá la más renombrada y esperada de todas: las fiestas náuticas con las que se terminaba la temporada veraniega. Bailar estaba muy cerca de la práctica de un deporte. Los más entrenados se lucían, los más inexpertos igualmente lo hacían aunque no necesariamente en el centro de la pista, terreno de los expertos. Pero, nadie se negaba a bailar. El siglo XX fue el siglo de baile popular en Penco y los siglos anteriores, seguramente fueron de las clases sociales más acomodadas. 
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(*) He empleado la palabra "cuete" según el uso que se le da en Penco, Chile, esto es sinónimo de petardo explosivo. La acepción de la  RAE para cuete es ebrio, borracho. No es el caso en este texto. Agradezco aceptar esta licencia semántica acotada a Penco.

lunes, diciembre 03, 2018

CON UNA CENA, LA SOCIEDAD DE HISTORIA DE PENCO CELEBRÓ SU SÉPTIMO AÑO

En la foto aparecen de izquierda a derecha, Jaime Robles, presidente de la Sociedad de Historia de Penco; el historiador Armando Cartes, Violeta Montero, Ástrid Rojas, Eduardo Medel, Ornaldo Eade, Nicolás Valverde, María Gloria Flores, Gonzalo Bustos, Osvaldo Henríquez, Tais Contreras, Manuel Suárez, María Cristina Ferrada, Boris Márquez, Cecilia Bravo y Luis Méndez.

        Como ya es tradicional a fines de noviembre, la Sociedad de Historia de Penco (SHP) celebra su aniversario con una cena en la que participan sus socios. Esta vez correspondió al séptimo año de su fundación (la obtención de su personalidad jurídica), el 29 de ese mes. El encuentro lo encabezó el presidente de la SHP, Jaime Robles, y tuvo lugar en el restaurant "Café del Palacio", ubicado en la calle Penco 110. El menú consistió en un exquisito plato de la gastronomía peruana con un claro acento colonial, acorde con el evento. La reunión social transcurrió en forma distendida y se habló en general de lo realizado, los lineamientos y las tareas para el año próximo. El alcalde de Penco, Víctor Hugo Figueroa, también socio fundador de la SHP, sólo concurrió a saludar al grupo, debido a otras obligaciones de su recargada agenda de trabajo. Una vez terminada la cena, los socios salieron del recinto para la fotografía que ilustra esta crónica. 

RECORDAR TERREMOTOS NO TIENE ASUNTO, MENOS EN PENCO


            
Un sismógrafo (Wikipedia).
Sería mejor ni siquiera hablar de terremotos aún cuando se nos hayan acabado los temas. Sabemos lo que son por propia experiencia, vivencia, percepción. Cada vez que se aborda el asunto, se vienen a la mente esas imágenes desagradables. Porque recordar es traer hechos del pasado al presente. Y cada cual al respecto tiene su propio cuento. Estamos claros por lo demás, que estos fenómenos naturales son recurrentes. Entonces, ¿para qué?
            Muchos medios publican fotos sacadas de sus archivos sobre la destrucción y el dolor causados por los terremotos para los aniversarios. Mejor no lo hicieran. Distintos es advertir a la gente que hay que estar preparados para emergencias de este tipo, sin abundar en detalles que causen miedo. Cuando una comunidad está preparada, la población tiene más confianza en sí misma.
             Está bien que la historia mantenga un registro, pero está mal vivir dándole vueltas a esas cosas. A quienes les gusten esos temas, que busquen. Hay harto material al respecto por todos lados. Pero, para el común de las personas es mejor vivir la vida productiva y alegremente. En este blog hemos publicado relatos sobre estas experiencias sin otro afán que manifestar un episodio común sin ribetes de algo de otro mundo. El próximo terremoto no lo podremos evitar, pero sí prevenir, lo que es distinto a andar mostrando fotos de casas en el suelo. Los efectos de estos fenómenos no son para estar orgullosos.